Los intereses orientan el comportamiento hacia la
obtención de informaciones y la realización de acciones relacionadas con
determinada esfera de la vida, dotando de selectividad la conducta del
individuo.
No funcionan aislados sino en un
complejo sistema que se constituye en el estilo de vida. Orientan y unifican lo
que hace y piensa el sujeto.
Los intereses se forman, no surgen
espontáneamente.
Los intereses pueden estar dirigidos
hacia diferentes contenidos, como, por ejemplo, el deporte, la cultura, la
ciencia, la medicina, la sexualidad, el mantenimiento de la salud, etc., y van
a ser los causantes de que la persona se movilice hacia la búsqueda de
informaciones sobre esos contenidos y se comporte de acuerdo con las mismas.
Las actitudes son la forma organizada y estable
en la cual el motivo se estructura en la manifestación concreta de la
personalidad hacia objetos, situaciones, personas, mediante su sistema integral
de expresión.
Las actitudes son las posiciones que
asume el individuo, ante esos objetos, situaciones, fenómenos o personas.
En las actitudes pueden apreciarse
tres aspectos:
-
Objeto: aquello
frente a lo cual el sujeto reacciona (objetos, situaciones, fenómenos, personas, ideas).
-
Dirección: va desde
la aceptación total hasta el rechazo más
profundo; indica si es a favor o en contra de algo.
-
Intensidad: implica
la fuerza de la dirección, en que medida se quiere o se acepta, se odia no se
rechaza.
Las actitudes tienen tres
componentes:
-
Afectivo: le da el
carácter emocional a la actitud.
-
Cognoscitivos: son
los conocimientos que se poseen acerca del objeto de la actitud.
-
Conativo o
conductual: lo que el sujeto hace, como se comporta ante el objeto de la
actitud.
Una persona puede tener, por
ejemplo, una actitud positiva y activa ante el mantenimiento de la salud y esto
se expresaría en la búsqueda de informaciones y en la asunción de
comportamientos favorables al estado general de bienestar que es la salud.
Los rasgos del carácter son motivos estables y
generalizados de conducta que distinguen al sujeto como persona y lo diferencian
de otros. Son las tendencias más estables de comportamiento del individuo,
aunque pueden variar de acuerdo a las condiciones en que se exprese su
comportamiento.
Como ejemplos de rasgos del carácter
se pueden señalar, la sociabilidad, la timidez, la extroversión, etc.
Los rasgos del carácter se expresan
en un tipo de conducta definida, convirtiéndose en una necesidad del
comportamiento para el ser humano
El carácter no es una suma de
rasgos, sino un sistema. Podríamos definirlo entonces como la integración de
rasgos psíquicos, peculiares individuales que le imprimen a la actuación del
hombre su sello personal, que se pone de manifiesto en circunstancias
especificas y se determina por la
actividad del individuo en dichas circunstancias.
El carácter se interrelaciona con
otras unidades de la personalidad, como por ejemplo, los motivos. Así, dichos
rasgos se expresan con mayor fuerza en aquellas esferas de la vida en las cuales el sujeto se siente
comprometido motivacionalmente. Por eso, un mismo rasgo puede expresarse de
formas diferentes.
Las particularidades dinámicas del
carácter están determinadas por el tipo de temperamento, pero lo social tiene
un papel determinante en la conformación del carácter del individuo.
Los contenidos mencionados hasta el
momento no actúan de manera aislada en la regulación de la conducta sino que se
articulan en sistemas más complejos. Estos sistemas se denominan Formaciones
Motivacionales Complejas.
Las formaciones motivacionales complejas o formaciones psicológicas de
la personalidad son aquellas configuraciones subjetivas de la
personalidad que integran y articulan las unidades psicológicas primarias; en
ellas se organizan y expresan los contenidos psicológicos más significativos en las esferas concretas
de la vida. Su función principal es la de regular el comportamiento.
Solamente estudiaremos dos
formaciones motivacionales complejas que consideramos son las más importantes
para la práctica médica: la autovaloración y la concepción del mundo.
La concepción del mundo es la representación generalizada y
sistematizada de la realidad en cuanto a sus leyes, al papel del hombre en la
sociedad y de sí mismo. No sólo es un sistema lógico de conocimientos sino un
sistema de convicciones que expresan las principales orientaciones valorativas del sujeto hacia la
realidad.
La concepción del mundo es cómo
vemos lo que nos rodea, qué creemos de eso, cómo nos afecta y como nos
comportamos de acuerdo con eso.
La información sobre esta formación
motivacional compleja puede encontrarse en la bibliografía cómo referencias a
la cosmovisión o la imagen del mundo.
Cuando nos referimos a la concepción
del mundo estamos hablando de una organización e integración de contenidos
cognitivos, afectivo-valorativos y comportamentales. Así en la concepción del
mundo del sujeto están implicados conocimientos, ideas, opiniones,
convicciones, creencias, ideologías, valoraciones y comportamientos.
La concepción del mundo se forma a
partir del conocimiento de la realidad en diferentes esferas. Este
conocimiento, que no necesariamente es verídico, es interpretado por el sujeto
dando lugar a que aparezcan en él convicciones, ideologías, que regulan su
comportamiento.
La concepción del mundo puede estar relacionada
con el nivel de desarrollo científico que haya alcanzado el sujeto, con su
nivel educacional. Sin embargo, esto no significa que personas con bajo nivel
cultural no puedan incluir en su concepción del mundo elementos que demuestren
altos grados de reflexión y de adecuación a la realidad, pero esto dependerá de
las informaciones y las influencias que con relación a dichos elementos hayan
recibido estos individuos.
La concepción del mundo permite a la persona elaborar criterios propios en la
esfera de la ciencia, la política, la moral y la vida social en general; y
estos puntos de vista con los cuales la
persona se siente comprometida se convierten en reguladores efectivos del
comportamiento. En este sentido, se crean las bases para el proceso de
autodeterminación de la personalidad, es decir, la posibilidad de actuar
consciente y reflexivamente, con cierta independencia de las influencias
externas.
Claro que aunque la concepción del
mundo es una formación psicológica, que como tal lleva cierto grado de
elaboración personal, en su formación juega un papel significativo la
influencia social del medio en que se ha desarrollado el sujeto. Es decir, la
concepción del mundo tiene también una
determinación social y por lo tanto se constituye en un reflejo del modo de
vida y de las concepciones de las personas más influyentes en la socialización
del sujeto, sobre todo en aquellos con una menor capacidad reflexiva o de
elaboración personal.
Esto nos explica por qué en
ocasiones las personas de una misma familia, grupo social o comunidad no comparten
elementos en sus concepciones del mundo. Así, no resulta raro que personas
cuyos padres consideren que la vida, la salud y la enfermedad son determinadas
por causas externas o sobrenaturales, compartan estos mismos criterios, lo cual
los puede llevar a asumir conductas de riesgo para su salud.
La concepción del mundo es una
formación que integra en sí misma contenidos relacionados con distintas esferas
de la vida, aunque en este caso nos centremos en aquellos que guardan más
relación con el proceso salud-enfermedad.
La forma en que los individuos
entienden distintos aspectos relacionados con la salud pueden haber tenido su
origen en las influencias de los distintos ámbitos
sociales en los que la persona se ha insertado (lo cual ocurre en la mayoría de
los casos) o en estudios científicos; pero siempre va a influir en las
conductas de salud que las personas asuman.
Dentro de las concepciones
determinantes en la asunción de determinadas conductas de salud merecen
especial atención los criterios de amenaza,
que son el resultado de la combinación de los criterios de riesgo y seriedad.
El criterio o percepción de riesgo es aquella valoración que tiene la
persona acerca de la posibilidad de padecer determinada enfermedad.
El criterio de seriedad es la opinión que tiene la persona sobre la
gravedad de una enfermedad determinada.
Si una persona cree que el riesgo de
sufrir una enfermedad es pequeño, y que la enfermedad no es seria o grave, su
criterio de amenaza será prácticamente nulo.
La autovaloración constituye un concepto preciso y
generalizado del sujeto sobre sí mismo, que integra un conjunto de cualidades,
capacidades e intereses que están comprometidos en la realización de las
aspiraciones más significativas de la persona.
El contenido de la autovaloración
está comprometido con las principales necesidades y motivos de la personalidad
y constituye una expresión de los mismos.
La autovaloración no representa una
imagen fría y estática del sujeto sobre sí mismo, pues los elementos que la
componen tienen una relación estrecha con el razonamiento y la reflexión del
sujeto.
La autovaloración también la
integran contenidos cognitivos, afectivo-valorativos y comportamentales.
La dimensión cognitiva
(autoimagen, autoconcepto) se refiere a la percepción que tiene el sujeto de si
mismo. Esta comprende sus características físicas, temperamentales, funcionales
(vinculadas al desempeño de una actividad concreta), sociales (relativas a las
relaciones interpersonales) y espirituales o psicológicas.
Esta dimensión cognitiva incluye
también características que al sujeto le gustaría poseer.
La dimensión afectivo-valorativa
tiene que ver con la valoración que hace el sujeto de sí mismo; son los
sentimientos favorables o desfavorables hacia sí mismo a partir de lo positivo
y lo negativo que se tiene. Es lo que se define como autoestima.
La autoestima es la
evaluación que hace el individuo de sí mismo. Expresa una actitud de aprobación
o rechazo y hasta que punto el sujeto se considera capaz, significativo,
exitoso y valioso. La buena autoestima está asociada a buen ajuste personal o
autoaceptación.
Estos dos elementos (cognitivo y
afectivo-valorativo) integrados van a conducir al sujeto a comportarse de una
determinada manera, y estamos entonces en presencia de la dimensión
conductual o comportamental de la autovaloración. Estas dimensiones
estructurales de la autovaloración nos introducen directamente en sus
funciones.
La función valorativa se refiere a la posibilidad que
adquiere la persona en el curso de su vida de enjuiciar su comportamiento y sus
cualidades.
La función autorreguladora le permite al sujeto regular su
comportamiento de acuerdo a sus posibilidades, en el planteamiento de metas, el
nivel de aspiraciones y su
autoestimación.
Como momento superior de esta
función autorreguladora aparece la función autoeducativa de la
autovaloración, que le permite al sujeto movilizar su conducta en función de
superar sus deficiencias, le permite proponerse metas de desarrollo personal.
La autovaloración podrá realizar de
forma más efectiva sus funciones en dependencia de su adecuación.
La autovaloración puede ser:
Inestable: Cuando presenta variaciones que
pueden estar determinadas por las circunstancias o por las opiniones de las
otras personas.
Estable: Cuando no se altera de manera
esencial en el transcurso del tiempo.
Es necesario tener en cuenta que la
estabilidad no implica rigidez, sino todo lo contrario: la posibilidad de
incorporar nuevos contenidos a la autovaloración y de recibir valoraciones
externas sin que esto implique cambios significativos en la forma en que el
sujeto se ve.
En caso de ser estable, la
autovaloración puede ser:
Adecuada: Cuando existe correspondencia de
la valoración de sus posibilidades respecto a sus exigencias o aspiraciones. Se
expresa en la riqueza de su contenido, su flexibilidad e integridad en su
propia elaboración personal.
Inadecuada: Cuando no existe correspondencia
entre el nivel de aspiración y sus posibilidades reales de realización.
La inadecuación puede estar dada
por:
Subvaloración o autovaloración
disminuida: Si el sujeto se
considera incapaz de realizar algo que realmente puede llegar a hacer.
La subvaloración está asociada con
un conocimiento pobre y distorsionado de sí mismo y con una autoestima baja. Se
articula con un sentimiento de inseguridad.
Las personas que presentan
subvaloración son demandantes de afecto, culpógenas, excesivamente generosos y
sumisos.
Sobrevaloración o autovaloración
elevada: Se evidencia
cuando el sujeto valora sus posibilidades
por encima de lo real, minimiza la tarea y se siente superior.
La sobrevaloración también descansa
en un autoconocimiento y una autoestima distorsionados. Se aprecia rigidez
autovalorativa y tendencia a la intolerancia.
Las personas con sobrevaloración
prejuzgan a los demás, son competitivas y poco empáticas.
La autovaloración como otros
contenidos psicológicos, tiene una determinación social, pues el sujeto, sobre
todo en las etapas más tempranas del desarrollo, se valora a partir de la
valoración que de él hacen los demás. Una vez que la autovaloración ha
alcanzado cierta estabilidad (en la juventud), salvo en algunos casos
específicos, se hace más independiente de estas valoraciones, lo que no quiere
decir que el sujeto las deseche totalmente.
La inadecuación de la autovaloración
es en sí misma un riesgo para la salud, pues en cualquiera de los casos puede
generar malestar psicológico, lo cual es incompatible con la salud; pero si
quisiéramos citar un ejemplo en el cual se evidencie que constituye un riesgo
para la salud física, podríamos hablar de casos en los cuales la
sobrevaloración trae aparejados sentimientos de invulnerabilidad, que pueden
llevar al sujeto a conductas causantes de accidentes, o a conductas sexuales desordenadas.
La subvaloración por otra parte
resulta negativa en enfermedades que requieren para una evolución favorable de
un estado de ánimo positivo y optimista de parte del sujeto, y donde pensar en que
no se podrá curar, que no tiene fuerzas suficientes para soportar la enfermedad,
asumir posiciones pesimistas o estar en exceso deprimido sólo pueden agravar
los síntomas de la enfermedad.
A continuación haremos referencia a
las capacidades que también juegan un papel importante dentro del sistema que
es la personalidad.
Capacidades:(factores hereditarios y educativos): Las capacidades son
particularidades psicológicas individuales que responden a las exigencias de
determinadas actividades sociales, y que son condición necesaria para
realizarlas con éxito, o sea, son cualidades psíquicas que le permiten al hombre
lograr exitosamente determinada actividad.
Los seres humanos no sólo se
diferencian entre sí por temperamento y su carácter, sino además por sus
capacidades.
Las capacidades se
desarrollan sobre la base de las actitudes pero para esto es preciso un
entrenamiento.
Las aptitudes llamadas premisas,
disposiciones, tendencias o facultades, son particularidades
anatomofisiológicas innatas y en gran medida heredadas especialmente del
cerebro y del S.N que constituyen presupuestos naturales para el surgimiento y
desarrollo de las capacidades.
Las aptitudes por sí mismas no
determinan las capacidades, solo son el punto de partida para el proceso que da
como resultado su surgimiento y desarrollo. Entre aptitudes y capacidades se
encuentra la actividad social condicionada (enseñanza, educación,
entrenamiento) por eso las aptitudes son sólo condiciones naturales necesarias pero
no suficiente para el desarrollo de las capacidades. Ej: tocar un instrumento
musical.
De manera que en el surgimiento de
estas cualidades psíquicas de la personalidad es imprescindible la apropiación
de conocimientos, hábitos y habilidades, aunque esto no significa considerar
como absoluto el papel de ambiente, como ya explicamos se requiere de las
aptitudes.