(HealthDay News) -- La cantidad y gravedad del dolor que se
experimenta tras un accidente de automóvil podría depender de los genes,
sugieren unas nuevas investigaciones iniciales.
En dos estudios basados en datos recolectados de 948 víctimas
adultas de accidentes de coche, científicos de la Universidad de Carolina del
Norte hallaron que unas variaciones genéticas heredadas afectaban la respuesta
de los participantes a la intensidad del dolor, tanto inmediatamente tras el
accidente como seis semanas más tarde.
"Los hallazgos son importantes porque actualmente los
pacientes que sufren de dolor persistente y que no sufren de cosas que se puede
ver que están obviamente dañadas con frecuencia se consideran con mucha
suspicacia y no reciben el tratamiento que necesitan", señaló el autor
principal del estudio, el Dr. Samuel McLean, profesor asistente de
anestesiología. "Esto muestra una base biológica para el desarrollo de
estos síntomas".
Los estudios fueron presentados el martes en la reunión anual
de la Sociedad Americana de Anestesiólogos (American Society of
Anesthesiologists, ASA) en Washington, D.C.
Investigaciones anteriores han sugerido que el dolor tras un
accidente de coche no se debe solamente al daño de los tejidos pro el trauma,
sino que también podría verse muy influenciado por los sistemas fisiológicos
que tienen que ver con la respuesta del organismo a la colisión, señalaron los
autores del estudio. Los participantes de la investigación actual proveyeron
una muestra de sangre tras ser tratados en una sala de emergencias de un
hospital, y también fueron evaluados en cuanto a la extensión y la severidad
del dolor en la visita de emergencias y seis semanas después.
El primer estudio examinó el rol de la dopamina, un
neurotransmisor que ayuda a regular el procesamiento del dolor. Halló que las
variantes genéticas asociadas con el receptor 2 de la dopamina contribuyen a la
gravedad del dolor inmediatamente tras el choque.
El segundo estudio evaluó el rol de un sistema hormonal
conocido como el eje hipotalámico-pituitario-adrenal, que ayuda a regular la
respuesta del organismo a eventos estresantes. Halló que una variante genética
se relacionaba con un riesgo 20 por ciento más alto de dolor de cuello de
moderado a severo en las seis semanas tras la colisión, además de un mayor
dolor corporal.
"Lo que estamos aprendiendo es que la maquinaria
fisiológica que se activa ante la exposición a una situación potencialmente
letal, como un accidente de coche o una situación muy estresante, puede llevar
a dolor persistente si las cosas no salen exactamente bien", apuntó
McLean. "En los accidentes de coches, históricamente, el desafío ha sido
que... si [a los pacientes] les sucede algo, deberíamos poder verlo, hallarlo
con una radiografía o una IRM, y esa discusión continúa. Pero hemos obviado
este punto importante, que hay toda una biología que puede provocar dolor que
no tiene nada que ver con un hueso roto o un músculo desgarrado".
La investigación podría eventualmente abrir las puertas a
nuevas formas de personalizar los tratamientos del dolor para cada paciente,
para aliviar mejor su sufrimiento, señaló el Dr. John Dombrowski, director del
Centro del Dolor de Washington en Washington, D.C.
"Creo que es fascinante porque soy un profesional
clínico que atiende a los pacientes en primera línea", apuntó Dombrowski,
quien también es presidente del comité de comunicaciones de la ASA. "Este
tipo de información me ayuda a comprender cómo administrar mejor la
atención".
Sin embargo McLean, el autor de los estudios, advirtió que las
investigaciones representan un primer paso generalizado hacia la
individualización de la atención del dolor, y anotó que identificar la biología
del dolor es un inmenso logro en sí.
"Estamos en las etapas iniciales, intentamos averiguar
la biología de esta enfermedad, y luego cómo esa biología varía de una persona
a otra", planteó.
La investigación presentada en conferencias científicas no ha
sido revisada por profesionales, y los resultados se consideran preliminares.
Artículo por HealthDay, traducido por Hispanicare
FUENTES: Samuel McLean, M.D., assistant
professor, anesthesiology, University of North Carolina, Chapel Hill; John F.
Dombrowski, M.D., director, Washington Pain Center, Washington, D.C., and
chair, committee on communications, American Society of Anesthesiology (ASA);
Oct. 16, 2012, presentations, ASA annual meeting, Washington, D.C.